Mago: Maestro by Raymond E. Feist

Mago: Maestro by Raymond E. Feist

autor:Raymond E. Feist [Feist, Raymond E.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1982-01-01T05:00:00+00:00


9

Fusión

Arcolargo lloró en silencio. Solo en un claro cerca del límite de los bosques de los elfos, el Maestre de Caza de Crydee se alzaba sobre los tres elfos caídos. Los cuerpos inertes yacían desgarbados en el suelo, con los brazos y las piernas dobladas en ángulos imposibles y los bellos rostros cubiertos de sangre. Martin sabía lo que la muerte significaba para los elfos, para los que lo habitual era tener uno o dos hijos por familia en un siglo. Conocía bien uno de aquellos rostros. Algavins, compañero de Galain desde la niñez, tenía menos de treinta años, un niño aún según el criterio del pueblo elfo.

Unas pisadas a sus espaldas hicieron que Martin se secara las lágrimas y retomara su expresión impasible habitual. A sus espaldas oyó decir a Garret:

—Hay otro montón un poco más abajo, Maestre de Caza. Los tsurani atravesaron esta parte del bosque como un mal viento.

Martin asintió, luego se puso en marcha sin decir nada más. Garret lo siguió. Durante toda su juventud, Garret había sido el mejor rastreador de Arcolargo y los dos se movían con ligereza por la pista que llevaba a Elvandar.

Después de viajar durante horas, cruzaron el río que había al oeste del enclave tsurani, y cuando se encontraron a salvo en los bosques élficos una voz los saludó desde los árboles.

—Bienhallado seas, Martin Arcolargo.

Martin y Garret se detuvieron y esperaron a que aparecieran tres elfos entre los árboles, como si el propio aire les diera forma. Galain y sus dos compañeros se acercaron al Maestre de Caza y a Garret. Martin inclinó un poco la cabeza hacia el río y Galain asintió. Era todo lo que necesitaban para hacer saber al otro que los dos sabían que Algavins había muerto junto con los demás. Garret vio el intercambio, aunque no era ningún experto en las sutilezas de los elfos.

—¿Tomas? ¿Calin? —preguntó Martin.

—En el consejo, con la reina. ¿Traes noticias?

—Mensajes del Príncipe Arutha. ¿Os dirigís al consejo?

Galain esbozó la media sonrisa de los elfos que indicaba ironía.

—Ha recaído sobre nosotros la tarea de vigilar el camino. Debemos quedarnos aquí algún tiempo. Iremos en cuanto los enanos crucen el río. Llegarán en cualquier momento.

A Martin no le pasó inadvertido el comentario mientras se despedía de ellos y continuaba su camino hacia Elvandar. Mientras se acercaba al claro que rodeaba la ciudad arbolada de los elfos se preguntó por qué se había excluido del consejo a Galain y a los otros elfos jóvenes. Todos habían sido compañeros constantes de Tomas desde que se había instalado de forma permanente en Elvandar. Martin no había estado allí desde justo antes del asedio de Crydee, pero durante todos aquellos años había hablado con algunos de los montaraces nataleses que llevaban los mensajes del duque a Elvandar y de vuelta a Crydee. En varias ocasiones se había pasado horas charlando con León el Largo y Grimsworth de Natal. Si bien se mostraban introvertidos cuando no estaban entre los suyos, eran menos reservados con Arcolargo, ya que en el Maestre de Caza de Crydee percibían un espíritu afín.



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